domingo, 21 de abril de 2013

oroley

       Hay cosas pequeñas y grandes a la vez, y gestos, y gentes, y mares...
       En el cambio de guardia, me dice un compañero, venezolano, que la vajilla que he llevado para uso común (había unos platos de plástico naranja, y a mí el glamour no me lo recorta ni Rajoy), le evocaba su infancia. Se ha emocionado; su hermana guarda dos platitos iguales de recuerdo. Luego, nos hemos reído porque le he dicho que a mí me recuerdan a un señor que ya no es nada mío y que no estaba completa, pero allí tendrá su papel. Y nos despedimos con un fuerte abrazo y la promesa de un Martini, azul?, a nuestra salud.
      Tras visitar la orilla del mar desgreñado y descarado, regreso a la ciudad y compro unas flores para mi madre. Es su aniversario de boda y, desde que mi padre no está con nosotros, suelo hacerlo. Rosas blancas. Las llevo a su casa y  me mira, con esos ojos tan ágiles a sus 81 años, me sonríe y dice : "Ahí empezó todo..., todo el lío". Y me abraza.
      Me siento instalada en mi momento, que es buen momento, pero persiste mi vena rebelde y ocasionales resistencias a evolucionar, que me suena a los Pokemón, porque nunca una Nespresso podrá sustituír al borboteo aromático de una Oroley. Y desde el café, os lo cuento.

lunes, 27 de febrero de 2012

...y poquito a poco...

     Primero, los narcisos; ahora, las orquídeas. Antes fue una llamada, un puente en conexión, tu descaro, nuestra cita. Luego, un concierto, un paseo, el padre de todos los carajillos, un regalo y un beso. Y poquito a poco, tan deprisa, se fue yendo, o trayendo, de las manos. Lotería, cenar descalzos, Nochevieja, Alcoi, Babel, una mañana en la Malvarrosa (en un Enero tan cálido), un encuentro con tus raíces, con tu tierra y naturaleza, con los almendros en flor. Sumando, otro encuentro, de aquí a Madrid, con ida y vuelta, en el fin de semana más frío del año... con arte, vinos y aplausos. Todo tan fácil como tu sonrisa y tan sorprendente como tu complicidad; tan grato como tu compañía.
   Y ya se me sueltan los dedos, que no pueden más...poquito a poco, tanto.
    

     
   

domingo, 4 de diciembre de 2011

presbiopía

     A mí que me crezcan arruguillas, me salgan canas o me desciendan las tetas, pues bueno; lo que me hace sentir mayor es no ver la carta de un restaurante o el precio de las etiquetas. Y los SMS y WhatsApp de mis hijos (especialmente cuando estoy conduciendo y llevo gafas de sol sin graduación) que andan faltos de vocales.
    Es chungo no ver de cerca; peor, si una ha disfrutado de una leve miopía hasta ahora.
    Los asuntos de refracción y acomodación precisan un sutil equilibrio. Como las estaciones del año. 


    Me entretuve en primavera, y de repente fue 1 de noviembre. El puente que no pude disfrutar por ensayos y por trabajo, lo dediqué, entre otras cosas, a sanear mis e-mails (diagnóstico : Diógenes con todas las de la ley) Los ángeles que me visitan por esas fechas, ayudaron a revisar carpetas que me daban miedo. Y disfruté al sentir las comisuras de los labios buscando la paz del cielo. Y encontré lo más valioso, mi respuesta a algunos de los mensajes que releí en un "nifúnifá", ya sabedora de que lo único certero es mi parte, lo que ahora siento cuando soy consciente de lo que dí y tengo para seguir dando. Y llegó, sin casi darme cuenta, el Adviento.
Hoy, encendí la 2ª vela morada. La primera fue la del Amor. La segunda es la de la Paz...

viernes, 14 de octubre de 2011

alicia

     He ido probando galletitas con el cartel de "cómeme"; no soy miedosa, en general, aunque la experiencia me ha vuelto más prudente. Con cada mordisco, me hago más grande, hasta asomar, a veces, las manos y pies por las ventanas. O me hago más pequeña, aliviando el agobio y permitiéndome respirar hondo. Pero me cuesta no seguir mordisqueando. Buenos amigos me dicen : "No tienes escarmiento". Pues no sólo no lo tengo, sino que tampoco lo quiero, ni lo echo de menos.
   Y en uno de esos momentos en que la casa me aprieta, de lo pequeña que me queda, me doy cuenta que ha vuelto a rodearme la coraza que guardo en el armario para cuando necesito defenderme, sin pedirme  mucho permiso. Tal vez hace tiempo que la llevo encima...no era consciente. Claro, unos meses lentos, llenos de días rápidos, no favorecen tocar, oler ni saborear, hasta que aprieta tanto... Ya no hace falta; toca retirarla, limpiarla y tenerla a punto, bien guardada, por las vueltas que da la vida. Y seguir caminando, más ligera, descalzando los sentidos y las emociones. 
   Y bautizar los tobillos en nuevos mares.

viernes, 30 de septiembre de 2011

vino tinto

   Cuando vuelva a cenar en un restaurante pakistaní, pediré agua además de vino. La verdad es que el picante pide líquido y no hemos sido nada precavidos. Así que el alcohol, tras su paso por el hígado, me ha calentado las yemas de los dedos de las manos.
   Esta mañana he firmado los papeles de la toma de posesión de mi plaza de traslado (esperada durante dooos años) que me acerca a casa y al mar. Mientras escribía mis datos, una y otra vez, ha sonado, entre todas las canciones del mundo, el "Over the rainbow" que versionó Israel Nisécómoseescribesuapellidohawaiano. No habrá sido casualidad. Durante un instante, se me han detenido las manos, he cerrado los ojos y me ha crecido la sonrisa; es una canción que nunca me dejará indiferente, tan importante para mí como el bello recuerdo que siempre me trae. El cielo de mediodía estaba casi negro. Sin duda, existen los momentos perfectos.
   De regreso a casa, me ha venido a refrescar un aguacero. Son cosas del otoño.


   http://youtu.be/w_DKWlrA24k

martes, 13 de septiembre de 2011

luna vacía

    Esta luna llena ha venido vacía; la última luna del verano pide espacio. Se quiere llenar de las flores de mi camelia, de las olas del mar que se acerca, de vendimia, de fiesta y de risas. Con lo veraniega que soy y ando tachando los días que faltan para este otoño tan especial que va asomando. Quiero hacer hueco, dejar holguras, vacíar carpetas y estantes...dicen que los lutos son de un año, pero los hay de año y medio, o de dos. Y sé que el momento no pide permiso para entrar, ni cita previa, ni nada de nada. Llega sin anunciarse; y llegó. Pido calma para disfrutarlo. Y tiempo para compartirlo.

martes, 26 de julio de 2011

año-ranza




     Recién entrado leo, cumplo años...dicen. Nací el día que mi padre estrenaba 33; y hace 13 que soplo las velas sin ayuda. Con lo que me gusta apagar el año que acaba y se me mezclan la alegría y algo que se queda en un pliegue del diafragma, lacerante, señalando esa ausencia que llena la reunión familiar (cosas del mediterráneo). Hacía años que mis hijos tampoco me acompañaban, porque estaban de acampada en estas fechas; más altos que yo, ya, han estado conmigo. Y los dos me han ganado las partidas de ajedrez. Ley de vida, supongo, porque hace nada que contábamos juntos 2+1 ó 1+2, para mover el caballo. 
Siento que los años no duran lo mismo, ni pesan ni huelen lo mismo. Hay doce meses cortos y largos, estrechos y anchos, livianos y pesados. Hay años que vuelan y otros que bucean en alguna sima de alguna zona abisal. Seguro que todos los días no tienen 24 horas, ni todas las semanas siete días, y hay meses de tres minutos y otros meses de tres lustros. Hay años que se van, años que vuelven y años que te acompañan más de 365 días, o menos. Y estoy emocionada porque vuelvo a a apagar el número 15, el número 9, el 30..., todos y ninguno más. Por eso, creo que es mejor no contar y vivir los sesenta segundos del minuto y las veinticuatro horas del día. Algunas velas no se encenderán más y otras seguirán ardiendo, porque nada es como siempre, pero sí hay cosas que son para siempre (felicidades, papá!)