Decía uno de mis hijos el otro día que no quería que le prepararan la comida en el cole cuando salen de excursión. "Es que ponen plátano de postre y todo sabe a plátano".
¡Pero qué listos son!. Hoy estoy con la idea metida entre las cejas; y con el sentir de que, a veces, la vida sabe a plátano. Un acontecimiento entre muchos...puede oler de forma que enmascara el sabor del resto de la vida. Y al comenzar a comerme el día, en ocasiones, me encuentro algo entre la pituitaria y el paladar, que me no permite disfrutar de mis sentidos ni de mis emociones.
Yo tampoco quiero comer lo que me preparan en el cole.
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2 comentarios:
Qué post tan genial. ¡Yo odio el que la vida sepa a natillas!
Sí, es verdad! Qué bueno el post (y el comentario de Coco también)
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