martes, 26 de julio de 2011

año-ranza




     Recién entrado leo, cumplo años...dicen. Nací el día que mi padre estrenaba 33; y hace 13 que soplo las velas sin ayuda. Con lo que me gusta apagar el año que acaba y se me mezclan la alegría y algo que se queda en un pliegue del diafragma, lacerante, señalando esa ausencia que llena la reunión familiar (cosas del mediterráneo). Hacía años que mis hijos tampoco me acompañaban, porque estaban de acampada en estas fechas; más altos que yo, ya, han estado conmigo. Y los dos me han ganado las partidas de ajedrez. Ley de vida, supongo, porque hace nada que contábamos juntos 2+1 ó 1+2, para mover el caballo. 
Siento que los años no duran lo mismo, ni pesan ni huelen lo mismo. Hay doce meses cortos y largos, estrechos y anchos, livianos y pesados. Hay años que vuelan y otros que bucean en alguna sima de alguna zona abisal. Seguro que todos los días no tienen 24 horas, ni todas las semanas siete días, y hay meses de tres minutos y otros meses de tres lustros. Hay años que se van, años que vuelven y años que te acompañan más de 365 días, o menos. Y estoy emocionada porque vuelvo a a apagar el número 15, el número 9, el 30..., todos y ninguno más. Por eso, creo que es mejor no contar y vivir los sesenta segundos del minuto y las veinticuatro horas del día. Algunas velas no se encenderán más y otras seguirán ardiendo, porque nada es como siempre, pero sí hay cosas que son para siempre (felicidades, papá!)

viernes, 8 de julio de 2011

nunca es como siempre

Un encuentro con alguien que dice estar "comosiempre" me deja inquieta, porque lleva la tristeza colgando de las orejas, como pendientes, y una sombra sobre los hombros que da frío verla. Yo lo veo como nunca antes y hace muucho que nos conocemos, y nos conocimos bien. 
   Hubo un tiempo en que envidié a la gente que está "comosiempre", pero queda el resquicio de si lo dicen de verdad. No se hizo esa frase para mí. Posiblemente me agrada y me disgusta lo de siempre, pero nunca es como siempre. Que sea lo mismo no quiere decir que sea igual. Y me parece que el aleteo de mis orejuelas cardíacas es caprichoso, y también esa mariposa que vive en mi estómago esperando el momento de hacerse notar, y el temblor que no hace temblar mis rodillas, y el rubor en mis mejillas (me pongo colorada como una adolescente). También tiene antojos mi risa y me puede hacer llorar de tan caprichosa que es. 
   Ni siquiera mi felicidad es "comosiempre"...