domingo, 19 de octubre de 2008

encuentro

Pues conducía hacia mi trabajo y el sol, a mi izquierda, insistía en acabar de asomar entre nubes y calima. Y le dí los buenos días, como hago cada mañana.
Y, a mi derecha, descubrí a la luna, pálida, comenzando a menguar. Alta, alta, aún en el cielo, a la vista de todos. Desnuda y descarada, esperando que acabara de salir el sol, para saludarlo y acariciarlo, para hablar con él, preguntarle cómo le va la vida. También le dí los buenos días (en vez de las buenas noches).

Y pensé que era afortunada, de encontrar ésto, camino del trabajo, un día de guardia, como presagio para obtener cosas que parecen imposibles, como muestra de que ser opuestos no es ser enemigos, como señal de que el día traerá encuentros impensables. Y hubo visita sorpresa, y así pude compartir el espectáculo (en diferido) y los sentimientos generados. Desnudando con descaro los sentimientos, como la luna, para sentirme brillar, como el sol. Y es que hay gente que debe llevar en la agenda del alma cuando hay alguien que agradecerá diez minutos de buena compañía, y las palabras oportunas.

Y, ciertamente, fue un buen día, y una buena noche.

(Dejo para otro momento el golpe, que recibí en el coche, en una p... rotonda, cuando ya salía del trabajo, de buena mañana; y es que ése fue otro día)

2 comentarios:

coco dijo...

A veces los días te sorprenden con un regalo inesperado. Pero hay que estar muy atento para que no se pase por alto. Un beso. Y otro para tu madre, no me he atrevido a comentar en el post de arriba. Es precioso.

esperanza dijo...

La vida es la que es preciosa, y mira que he llorado a veces. Para volver a sonreír.
Buenas noches, coco y muchas gracias.